
Para la federación internacional la mención de las islas parece una bandera inaceptable. Tiene flaca memoria. En 2001 se jugó ahí un grupo de aquel torneo que ganó el seleccionado juvenil que guiaba José Pekerman. Lo integraban Ucrania, Estados Unidos, China y Chile.
El Secretario del Departamento Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Guillermo Carmona, aclaró en su cuenta de twitter que no había recibido “consultas de la provincia de Mendoza en relación a la supuesta solicitud de FIFA de cambio del nombre del Estadio Malvinas Argentinas para su designación como sede del Mundial Sub-20”.
Además de aquel Mundial del 2001, en el mismo escenario también se jugaron torneos de selecciones nacionales en otro deporte como el rugby: el Mundial M21 de 2005 y el Rugby Championship.
Según medios mendocinos, la provincia habría accedido en el contexto de un cambio de nombres que alcanzó a los cuatro estadios destinados a la competencia: el Diego Maradona de La Plata donde se disputará la final -rebautizado así después de su muerte el 25 de noviembre de 2020-, el de Santiago del Estero, Madre de Ciudades – sede del partido inaugural – y el Bicentenario de San Juan. Los cuatro deberían tener la identidad de sus provincias y la capital bonaerense. Como si la política fuera una cuestión de toponimias.
Con la hipocresía de la FIFA y sus dirigentes se puede hacer una línea de tiempo que se acompañe con sus socios por conveniencia: dictadores, genocidas, reyes o emires explotadores, personajes varios que no resistirían un módico archivo de respeto a los derechos humanos. El fútbol es inocente de este tipo de inmundicias invocadas en su nombre.
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Fuente: pagina12
Por Gustavo Veiga
